Las competencias argumentativas como herramienta educativa / La Columna J


Estimado lector de este reconocido medio, está semana abordare a las competencias argumentativas como herramienta educativa. El debate y los ejercicios retóricos con más de 4.000 años de historia y una amplia experiencia de uso en el campo educativo desde la época de Protágoras (Atenas 481-411 a.c.), padre del debate según Freeley y Steinberg
(2005), no goza hoy día de una posición destacada en el campo educativo de México, por lo general su uso se limita, en muchos colegios y universidades, a los estudiantes que forman parte de los equipos de debate Bellon (2000).

Esta situación dentro el contexto educativo desaprovecha la contribución que el debate puede hacer en el aula mejorando la experiencia de aprendizaje del alumnado al
estimular la discusión, la polémica proactiva, el análisis y la aplicación de contenidos de un modo más consciente y práctico, a diferencia de lo que sucede cuando se trata de absorber contenidos pasivamente y bajo una instrucción en donde únicamente se emplea la memoria mecánica, es decir que a los alumnos únicamente los hacen repetidores de información y no conocedores de la información, aplica en el plano empresarial cuando vemos que personas con gran capacidad únicamente se limitan a hacer lo que marca el reglamento” Bonwell y Eison, (1991).

El acto de debatir y el uso de la oratoria permite crear en el aula un ambiente de compromiso, procura la generación de equipos y una competencia sana, que contribuye a
transferir la responsabilidad del aprendizaje al alumnado, pasando de un enfoque pasivo a otro más activo Snider y Schnurer (2002). Según Berdine (1987) “los estudiantes valoran el
aprender participando en lugar de aprender siendo enseñados y recibiendo información pasivamente”. Como refiere un estudiante de 4º de Tecnológico Universitario, de la carrera
de derecho “en muchas clases, permaneces sentado callado esperando que el profesor te enseñe.

Participar y tomar postura en los debates me ha dado la oportunidad de interactuar con el tema y de aprender de mis compañeros”. Bauer y Wachowiak (1977) dos docentes
que enseñaban dos secciones separadas de un mismo curso en la misma universidad, Introducción a la Personalidad, decidieron trabajar juntos para mantener siete debates.

Cada debate se celebraría dos veces, uno en cada una de las secciones de Bauer y Wachowiak, la dinámica estaba diseñada para crear valores agregados en el campo de la
enseñanza.Cada debate consistía en dos equipos, uno de la clase de Bauer, formado por él mismo y un estudiante de su clase, y otro de la clase de Wachowiak, formado por él mismo y un estudiante de su clase. Los docentes tuvieron la sensación de que la “oportunidad de presenciar los intercambios verbales entre sus profesores era novedoso y aumentó el interés de los estudiantes y agudizó sus habilidades de pensamiento crítico”. Es decir, llevo a los alumnos a tener la iniciativa por tener un aprendizaje significativo.

En la misma línea, Dundes (2001) identificó que sus estudiantes del curso de Justicia Criminal en el Western Maryland College, que raramente participaban en clase, participaban más activamente durante los debates. Sin duda alguna se genera un interés adicional, el dinamismo refiere mayor interacción para el proceso de aprendizaje. De lo anterior se desprende que el alumnado está más comprometido cuando el cuadro docente utiliza estrategias que estimulan su participación activa. Bonwell y Eison definen aprendizaje activo como “cualquier cosa que implica a los estudiantes a hacer cosas y pensar sobre lo que están haciendo”. Antes del debate, es menester tener una reseña el arte de expresarse, la oratoria ayuda de manera trascendental en la expresión adecuada de un debate, en cual se utilizan las competencias argumentativas.

En esta tesitura, Meyers y Jones (1993) definen el aprendizaje activo como cualquier cosa que “proporciona oportunidades para que los estudiantes hablen y escuchen,
lean, escriban y reflejen como enfocan el contenido del curso”. En la medida que involucras a los alumnos ellos concluyen que los otros estudiantes aprenden mejor cuando aplican lo que han aprendido y que los docentes deben de utilizar una extensa variedad de estrategias pedagógicas, dado que los estudiantes aprenden de modos muy distintos. Carini, Kuh y Klein (2006) afirman que el compromiso de los estudiantes está muy ligado con el pensamiento crítico y el resultado que obtienen en los exámenes. Una prueba clara del
impacto positivo que se menciona en el título de este texto.

In silentio mei verba, la palabra es poder

La opinión de Roberto Ahumada. Catedrático, Licenciado en Economía y Administración Empresarial, Maestría en Mercadotecnia, Comunicador Avanzado Oro, Toastamaesters International, Ex Contralor del H. Congreso del Estado